Mayo es el mes de la Salud Mental. Para mi, la más importante.
“Las cadenas de la esclavitud sólo atan las manos, es la mente lo que te hace libre o esclavo”
Decidí de llenarme de mucho mucho mucho valor para contarles algo muy personal pero que, quisiera que todos dejen de ver con estigma, y urgir a los que tienen los mismos síntomas de que busquen ayuda y nunca se resignen a ser infelices, ni perder a la gente que aman, ni vivir sin paz.
De donde yo vengo, no es normal ir a terapia. A terapia mental sólo van los locos. Los peruanos lloramos, y al día siguiente nos desahuevamos. Así son las cosas. Así que yo crecí creyendo eso, pensando que uno puede escaparse.
En el verano del 2018 me empecé a sentir mal (físicamente) tenía mareos, náuseas, migrañas, palpitaciones que sentía fuera de mi cuerpo, extremidades adormecidas, dolor de pecho y me faltaba el aire. En Paris, tuve mi primer y REAL ataque de pánico.
En la foto #1 no podía respirar y no sentía mis manos. Tenía algo atascado en la garganta y estaba segura de que moriría esa noche. Sin embargo, estaba en Paris, y mis amigas querían una foto conmigo para celebrar. Así que respire profundo y me guarde las lagrimas, y finalmente sonreí para la foto. Cuando volví de mi viaje, las cosas empeoraron aún más. No podía respirar, tenía mareos y dolores de pecho y de cabeza. Fui a muchos doctores y luego de exámenes y chequeos... todos me refirieron a un psiquiatra. Llame a mi hermano psicólogo y el también me dijo que debía ir. Así que, valiente, fui y busqué ayuda. Incrédula de que todos mis síntomas vengan de mi cabeza, me dirigí a mi primera cita. Recuerdo que mientras estaba en la sala de espera, veía gente llorando, personas saliendo gritando, otros cantando... parecían locos. Y yo era uno más. Habían también otros asustados en silencio como yo. En fin, nunca hice contacto visual con nadie, porque en mi cabeza me iban a mandar a mi casa diciendo que soy fuerte, “normal” y todo está bien. Luego de tres citas,
Fui diagnosticada con hipocondría severa + desorden de ansiedad generalizado + transtorno obsesivo compulsivo + psicosis reactiva breve. WHAT THE F? qué es todo eso? Me reí mucho ese día, no lo creía. No acepte ningún medicamento porque, como buena peruana, esas son huevadas.
Cuando maneje a mi casa lloré sin entender mucho, me daba vergüenza y miedo decirlo en voz alta. Creo que solo se lo conté a mi hermana, mi esposo y un par de personas más. Ese mismo verano, mientras yo iba a terapia sólo porque era lo que mi doctor me dijo que necesitaba, no porque yo creía que tenía un problema “REAL”, las cosas se pusieron muy feas en mi cabeza.
Empecé a odiar a mi esposo, lo odiaba por ser feliz y tener paz. Pon ser tan relajado y porque nada nunca le molestaba. Lo odiaba por no poder “curarme” y por no entender la severidad de lo que yo sentía. Pocas fueron las “horas” en la semana en la que me sentía yo y volvía a sonreír en paz. Miraba con dolor y culpa a mi esposo pero no era suficiente, el monstruo en mi cabeza volvía y me hacía odiarlo (y demostrarlo) más y más. Mis síntomas empeoraban, no podía dormir, tenía una voz en la cabeza que me decía cosas horribles. Lo interesante era que, era mi propia voz, y lo aún más interesante era que de depresión solo tenía rasgos. Poco a poco la voz pasó de mantenerme despierta de noche, a también hablarme de día, hasta cuando estaba ocupada. No estaba deprimida y por lo tanto las pastillas felices no eran la solución. No quería salir de mi casa, no quería hacer nada. Me sentía en peligro constante y mis ataques de pánico continuaban.
Empecé a odiar a mi esposo, lo odiaba por ser feliz y tener paz. Pon ser tan relajado y porque nada nunca le molestaba. Lo odiaba por no poder “curarme” y por no entender la severidad de lo que yo sentía. Pocas fueron las “horas” en la semana en la que me sentía yo y volvía a sonreír en paz. Miraba con dolor y culpa a mi esposo pero no era suficiente, el monstruo en mi cabeza volvía y me hacía odiarlo (y demostrarlo) más y más. Mis síntomas empeoraban, no podía dormir, tenía una voz en la cabeza que me decía cosas horribles. Lo interesante era que, era mi propia voz, y lo aún más interesante era que de depresión solo tenía rasgos. Poco a poco la voz pasó de mantenerme despierta de noche, a también hablarme de día, hasta cuando estaba ocupada. No estaba deprimida y por lo tanto las pastillas felices no eran la solución. No quería salir de mi casa, no quería hacer nada. Me sentía en peligro constante y mis ataques de pánico continuaban.
Luego, en medio de la terapia, me embaracé sin querer queriendo, y de la nada todos mis síntomas desaparecieron. Volví a ser “yo”. (Por eso siempre digo que mi hijo me salvó la vida) Pero mi doctor me advirtió: tienes el síndrome de dar vida, cuando nazca tu bebé las cosas se pueden poner peor. Sin siquiera mencionar que la depresión y ansiedad post partum ya le dan a cualquier mujer “sana mentalmente”. No le creí y seguí con mi embarazo feliz, sin preocuparme por nada. (foto 2)
A finales de mi embarazo, volví a odiar a mi esposo, pero me dijeron que eso era “normal”. Que era un sentido “animal” porque me sentía muy incómoda en el último mes, y que por eso algunos animales hasta mataban a sus parejas (como las arañas) Así que seguí con mi embarazo feliz, y poco a poco lo único que me daba alegría era mi bebé. El resto del mundo me daba ganas de vomitar.
Cuando nació mi hijo, con el amor más grande volvió el miedo inexplicable a que algo le pase, pero, una vez más, eso es “normal”. Mi odio por el hombre al que le di mi vida crecía más y más, y él, siempre callado, en silencio, intentando abrazarme me decía “te entiendo”.
Éramos felices cuando estábamos con nuestro hijo (porque es imposible estar triste si él está a tu lado) y poco a poco me resumí a eso: a odiarlo cuando mi hijo duerme y a ser feliz a su lado sólo cuando AJ está con él. (Foto 3)
Cuando AJ cumplió 8 meses, una noche, su papá llegó del trabajo mientras él y yo dormíamos, lo besó en la frente y luego me besó a mi, y de lo más profundo de mi ser sentí que algo tomó mi cuerpo, y lo empujé tan fuerte que yo misma me asusté de ese momento, y sólo cerré los ojos y esperé a que se vaya... él se fue y durmió en la sala. Al día siguiente, en mi mente sólo rondaba una idea: ojalá que otra mujer se lo lleve, yo no lo quiero.
Para esto, mi psicóloga se había mudado y yo estaba tan ocupada con mi hijo, el trabajo y la casa que sentirme mal era el último de mis problemas. Me bastaba con sentir paz cada vez que alzaba a mi hijo en brazos y poco me importaba mi esposo. Duele mucho odiar a quien amaste más. Cuando volví a sentir pánico y síntomas físicos, en noviembre del 2019 encontré a otro terapeuta. Volví a terapia. El mismo diagnóstico, pero esta vez que dijeron algo que no pensé escuchar en mi vida “todos los monstruos de los que te has escapado toda la vida te han encontrado, nunca los has enfrentado, ya es tiempo”
Cuando recibimos el 2020 me di cuenta de que habían pasado 2 años desde la ultima vez que vi a mi esposo y sentí felicidad. Él no se lo merecía pero, así es la vida, ¿no?. De lo que no me había dado cuenta era de que, a este punto, mi esposo era un robot programado para llegar a casa y quedarse callado ante mi presencia, de que el tampoco era feliz (quien lo sería, pues?) y de que solo reíamos si nuestro hijo estaba ahí. Por dos largos años se conformó con mi desprecio y una promesa de que todo estaría bien algún día.. Y ahí, en medio de esa revelación, ya tampoco me importaba. Yo seguía con terapia y con mi hijo.. y eso era suficiente.
Mi esposo dormía en la sala y hoy, cuando leo todos nuestros mensajes de esas fechas, parecíamos dos extraños hablando de nuestro hijo únicamente. Éramos almas gemelas. Éramos todo en un mundo donde no hay nada. Y nos habíamos perdido. Yo me había perdido, tan “joven”, tan “afortunada”, tan “dichosa”.
En febrero del 2020, las cosas no podían estar peor entre nosotros. Mi terapia me hacía más fuerte y me ayudaba a controlar mi ansiedad pero, a él yo ni lo mencionaba, ni lo incluía, ni nada. Las horas de claridad que antes sentía se habían vuelto segundos, pero nadie sabía.
Mientras me curaba, yo pensaba que el amor era así y que, cuando esté bien, el iba a estar ahí para mi. Como siempre, en silencio. Y mientras yo me concentraba en mi, mi esposo se alejaba más y más. Volvió a vicios de adolescente y ya no me veía a los ojos. Y a mediados de febrero, mi deseo más grande se cumplió, alguien más se dio cuenta del especial hombre que es.
Nos alejamos aún más. Y para eso mi hijo ya se daba cuenta de las cosas, y nos obligaba a abrazarnos y besarnos. Y nosotros lo hacíamos, porque su amor inocente no se merecía dolor. Por un mes solo hablábamos para llorar. (Foto 4)
Decepcionados de nuestro amor, de nuestra vida, de nuestras decisiones, de habernos caído después de haber sido tan felices. Yo seguía en terapia y me sentía más fuerte. Él no.
Una madrugada a finales de febrero me levante para ver a AJ y escuché a alguien llorando en el armario, prendí la luz y ahí estaba él, lado a lado con el monstruo que yo también tenía a mi lado, vulnerable, roto, perdido, como nunca lo había visto. Lo abracé y le pregunté, por qué lloras, compañero? - porque te he pedido. En todos estos años, te he perdido.
Lloré con él y mi monstruo conoció a su monstruo. Nos quedamos despiertos hasta que salió el sol. Febrero solo dormí 10 horas en todo el mes.
Al día siguiente, me tomó de la mano y me preguntó si podía ir a terapia conmigo, le dije que si, como si fuera una cita. Nos reímos, por primera vez, sin AJ.
Ese fin de semana decidimos irnos lejos, los dos solos. Mi suegra se quedó con AJ. Ese fin de semana mi monstruo entendió al suyo, mi monstruo se enamoró de el de él. Y ese fin de semana volví a ver al hombre que, luego de tantos años, por fin me mostró que no era ese ser feliz, calmado y perfecto que yo envidiaba tanto. Él era como yo y aún más profundo y grande. Mi laberinto se encontró cara a cara con el suyo y como si recién nos conociéramos, pasamos el fin de semana con el dolor a flor de piel pero juntos. (foto 5)
Volvimos a casa y me preguntó si me quería volver a casar con él, mientras AJ me obligaba a besar a su papá. Le dije que sí. Y volvimos a terapia al día siguiente...
Y acá estamos, como dos ciegos que han visto la luz por primera vez. Como dos náufragos que han encontrado la orilla, como dos personas que se han estado buscando en medio de una peli de terror.
Y ya no tengo miedo, y ya no lo odio. Ya se quien es, y sobre todo, él ya sabe quien soy...
Creo que nunca, jamas, le he contado esto (tan detalladamente) a nadie. Ya no me da vergüenza, al contrario.
Ahora entiendo y reconozco que nuestra salud mental es muy importante, tanto como el amor que tenemos por nuestro hijo y tanto como el amor que nos tenemos. Cuídate, ámate, búscate, encuéntrate y no te conformes.
Y bueno, aceptar que has estado haciendo todo mal, pero que nunca es tarde, especialmente cuando *amas*.
Actualización: no he vuelto a tener un ataque de pánico en meses, me siento feliz, segura, fuerte, y ya no me escondo de ningún problema o dolor. Me siento tranquila y por primera vez en mi vida no siento algo raro cuando tengo que demostrar mi amor. Y qué pasó con mi esposo y yo? Lo encontré y el me encontró.. (foto 5)
No estás solo. Lo que pasa en tu mente define tu vida y tu Salud!
PS: Obviamente, me tienes a mi y a mi monstruo si quieres hablarle al tuyo.
ReplyForward
|