
Subí al tren. Sabía que el viaje sería muy largo y sin ninguna parada, sabía que haría mucho frío
pero no me importaba. Yo llevaba un vestido de ballet rosado -si.. de esos que te dan risa.- con mis zapatillas de tela llenas de barro, y una polera negra que en la parte de atrás decía DEAD.
Había llovido mucho, todo el rimel de mis ojos resbalaba por mi rostro, tenía el cabello desordenado y los dedos congelados, el corazón roto y muchas ganas de encontrarme. Me senté y vi a la ventana, estaba empañada y escribí mi nombre con mucho esfuerzo, luego baje la mirada y metí la mano en mi bolso para buscar mi reproductor de música.
Entonces oí su dulce y perturbante voz... -Heble- me dijo. Antes de alzar la mirada, mi corazón se aceleró y sentí como el sudor bajaba por mi espalda, por fin, después de segundos me atreví a mirarlo, y él me sonrió con un ademán de saludo. Traía una gorra roja, y su mochila colgando de un solo hombro. Se le notaba cansado, y se dejó vencer sobre el asiento de mi costado.
Alzó los pies como si estuviera en su cama, y yo me sonrojé por él, enseguida se apoyó en mi hombro derecho y cerró los ojos... Sus pequeños ojos, tan dulces, tan vivos, tan tristes, tan pícaros...
El tren empezó su marcha, nos ofrecieron café y acepte por ambos. Yo iba tomando mientras el se recuperaba y liberaba de la pereza, que lo tenía inmóvil a mi costado. Se repuso y cogió la taza, íbamos hablando de cosas sin sentido -cómo mi vestido, por ejemplo- riéndonos y luego de cada frase, nos quedamos en silencio hasta que uno de los dos bebía un poco de café. En una curva muy pronunciada, me derramó un poco de café caliente en las piernas, enseguida sentí como el frió se colaba por esas pequeñas gotas calientes, él cubrió sus manos con las mangas de su polera, y empezó a secarme.
Nos quedamos dormidos, y cuando ya eran las 4 de la mañana, me dio un beso en la mejilla y dijo: despierta niña... Abrí los ojos y ahí estaba él, emocionado y completamente feliz, sino hubiera estado sobria diría que era un ángel. Sus ojos resplandecían y transmitían magia, yo estaba anonadada contemplándolo, mientras él veía por la ventana, su sonrisa me escarapeló la piel, y no pude evitar el ritmo acelerado de mi corazón.
Luego de 3 minutos en transe, reaccione y voltee la cabeza para mirar, y ahí estaba... tan hermoso y perfecto, era de madrugada y la nieve cubría todo el paisaje, en el cielo las estrellas brillaban como nunca, tan bellas, exquisitas, reinas. Y apareció esa ola de color, me sentí morir y revivir en ese instante*... El brillo de ese momento congelo mi memoria, mis sentidos estaban completamente aturdidos, y empecé a temblar.
Puedo asegurar, que fue el momento más feliz de mi vida.
-Una aurora polar- me dijo él. Yo sonreía como una estúpida y él me abrazó. Era un momento perfecto... Todos estaban dormidos, perdiéndose de ese espectáculo. Yo era la princesa de esa madrugada, nada podía arruinar mi felicidad. El frió me congelaba y mis ojos estaban cansados, los cerré por un segundo y no se en que momento me quedé dormida.
Desperté apoyada en la ventana, y él ya no estaba, no había nadie en el tren. Me repuse del sueño y bajé con mi bolso. Era un pueblo pequeño, lleno de magia y nieve, mucha nieve. Entré a la cafetería y ahí estaba él, me sonrió y le sonreí, hizo unas señas para que me siente a su lado, pero yo di media vuelta y seguí con mi camino...
3 comentarios:
Darte ese pequeño gusto al final fue lo mejor.
Déjalo todas las veces que te venga en gana.
Besos
no sabia que escribias tan bien. sigue haciendolo.ahh, y eso lo que dices es muy cierto: uno escribe para desahogarse. nueno al menos es mi caso tambien
Muy chevere el post de verdad me gusto mucho y fue un momento de esos que no se van de la cabeza asi nomas... es mas, quiza nunca se iran....
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